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Maria Paula Rueda Yepes

La atención plena y el espacio sagrado


Mindfulness
La atención plena y el espacio sagrado

Iniciamos abril en Bhumi inspirados en la carta 44 del libro “Cartas del Camino Sagrado” de Jamie Sams, escritora estadounidense y líder comunitaria del Clan del Lobo, perteneciente a las comunidades indígenas del Norte de América. La carta del “Espacio Sagrado” nos invita a respetar aquello que es sagrado para nosotros y para otros: costumbres, tradiciones, territorios, talentos, posesiones, sentimientos, relaciones, ideas credos, etc.


Con este poema inicia la reflexión de la sabiduría del espacio sagrado:


Gran Misterio,

Enséñame a honrar

Las leyes del Espacio Sagrado

Las costumbres y tradiciones

De cada credo y cada raza.


Gran Misterio,

Enséñame a desarrollar

Los talentos que poseo

Y a comportarme con reverencia

En el hogar de otros.


Gran Misterio,

Enseña a la niña dentro de mí

A aceptar con gracia

La parte del Sagrado Misterio

Que se encuentra en cada Espacio.


Cuando leí esta carta por primera vez entendí cuánto necesitaba mi niña interior la medicina del respeto. De niña no creo haber tenido idea de qué significaba tener un espacio sagrado. Si yo hubiese entendido que mi cuerpo, mi mente, mi espacio físico, mis talentos, mis preferencias y mis ideas merecían ser tratadas con el mismo cuidado y respeto que debía tener por los adultos, seguramente no hubiera vivido las transgresiones emocionales y psicológicas que me apachurraron por tanto tiempo. Por el contrario, crecí criticándome, sintiéndome fuera de lugar e inadecuada, permitiendo tratos poco amables de algunos adultos a mi alrededor y creyendo que siempre había algo malo, feo o insuficiente en mí. No sabía reconocer y mucho menos valorar mi espacio sagrado. Tristemente, la auto-crítica y falta de valoración se convirtieron en una manera de relacionarme conmigo misma hasta que mi alma salvaje tomó el control de la forma externa y comencé a rebelarme; gracias a ello empezó a revelarse la verdad de mi alma.


Me rebelé ante las formas que me parecían maltratadoras, hegemónicas y absurdas. Dejé de obedecer a las voces externas que me pedían ser diferente, menos sensible, más normal. En un punto aprendí, por instinto, que mi espacio sagrado existía y lo empecé a habitar. Fue para mí más fácil hacer ese proceso desde afuera hacia adentro. Comencé por colonizar mi cuarto, ese pequeño santuario de música, libros, guitarra y estrellas en el techo que me permitía adentrarme en mis sensaciones, ideas, curiosidades, inquietudes y sonidos, lejos del ruido, las críticas y la intrusión de otros. ¡Cuánto gozaba de esos momentos de auto-descubrimiento! Como Alicia, caí en el hueco del conejo y jamás volví a ser la misma niña atemorizada, obediente y silenciosa que vivía con culpa y miedo. Como en toda rebelión, mi afrenta me costó críticas y rechazos, pero era mucho más grande el premio que el precio ¡así que seguí rebelándome y revelándome!


Sé cuán importante es comprender que MERECEMOS un espacio sagrado y que SOMOS un espacio sagrado. Solo así podremos darnos un lugar amoroso y valioso en nuestras propias vidas. Comprender lo sagrado en nosotros, nos ayuda a poner límites a nuestros agresores y a nuestras agresiones. Nuestro cuerpo, mente, talentos, necesidades, credos y espacios merecen ser aproximados y atendidos con reverencia y cuidado.


Si comprendemos que nuestro cuerpo es un templo, no lo destruiremos a través de hábitos malsanos de alimentación, sexualidad desconectada, sedentarismo o adicción.


Si comprendemos que nuestra mente es un templo sagrado, no la llenaremos de información y emociones que la ensucian y la enturbian.


Si comprendemos que nuestro corazón es un templo sagrado, no lo cerraremos al amor.


La medicina del espacio sagrado nos enseña a respetar lo sagrado en nosotros y en otros porque como dice Jamie Sams “En todos los casos, el respeto que te demuestras a ti y a todas las formas de vida determina cómo te relacionas con la Familia Planetaria”.


En ese ejercicio de respeto propio y respeto a otros la atención plena juega un papel importantísimo. Creo que son más las transgresiones que nacen del descuido, la falta de conciencia y la distracción, que de la maldad. Nos herimos mutuamente desde la ignorancia y la desconexión sin darnos cuenta. Un ejemplo de ello es cuando decimos cosas despreocupadamente y sin querer tocamos las heridas de alguien. Lo que para nosotros puede ser algo intrascendente para el otro puede estar en el centro de su dolor y su historia de vida. Paradójicamente hacemos lo mismo con nosotros: nos llevamos a lugares, personas y situaciones que nos conectan directamente con nuestro dolor y temor sin darnos cuenta. Si bien de todo podemos aprender y cada situación es una oportunidad para sanar, hacerlo sin conciencia genera mucha más incomodidad y roces de lo necesario.


Este mes en Bhumi queremos enfocar nuestras prácticas de mindfulness hacía las diferentes formas como podemos respetar nuestros espacios sagrados del cuerpo, la mente y el habla para que desde ahí, podamos honrar al Gran Espíritu que nos habita y lo habita todo.



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