Música recomendada para esta lectura: A softer World - Luke Howard

Te preguntarás quien soy yo para ofrecerte una perspectiva particular de la vida. Bueno, usualmente la gente se acredita por lo que estudia y no siempre por lo que vive o ha superado. Yo, ante todo, he tenido la oportunidad y la voluntad de superar los obstáculos personales que se convirtieron en el catalizador perfecto para impulsar mi vida espiritual y un gran motivador para indagar en diversos caminos de autoconocimiento y sanación que me han ayudado a mirar las heridas del pasado y las inseguridades del presente. En esa intensa búsqueda de sentido y curación, supe que mi vocación era servir a quienes sufrían dolores del alma, por lo cual cuando terminé mis estudios universitarios en música en el 2006, comencé un intenso camino de formación como acompañante terapéutica a través de la Terapia Gestalt, la Musicoterapia Humanista, y el estudio de diferentes artes sanadoras desde la energía sutil como la bioenergética, la radiestesia y Terapia de Respuesta Espiritual, entre otras. De la mano de mi camino espiritual que hoy se centra en el estudio de las enseñanzas y prácticas del Budismo Bön Tibetano, he encontrado una manera única de conectar la Música, la Terapia Gestalt, la meditación y la conciencia del campo sutil, para acompañar a otros a encontrar su propio camino de sanación y realización.
Así comienza mi historia...
Vine al mundo de manera estrepitosa y teatral. Aterricé en el vientre de una adolescente de 16 años y en la vida de un joven de 19 años en 1979. Católicos, mimados y guapos, mis padres Gina y Alvaro, tuvieron la valentía de tenerme a pesar de las dificultades sociales, familiares y existenciales que eso suponía. Desde mi estancia en la panza de mi madre, una nube de conflicto emocional acompañó mi llegada.
Aún siendo amada por mis padres, abuelos y tíos, viví muchos años de circunstancias emocionales retadoras, que requerieron resiliencia, adaptabilidad y fortaleza de mi parte. Viví una niñez solitaria, rodeada de muchos adultos y pocos niños, crecí con unos padres amorosos y jóvenes que crecían a la par conmigo, sufrí un abuso temprano de alguien querido y cercano y padecí a una madrastra y un padrastro de cuento de hadas, poco empáticos, poco compasivos, poco amorosos. Todas estas circunstancias matizaron la manera como me relacioné con el mundo desde que era una niña. Constantemente sentía una profunda desconfianza que me incitaba a encerrarme en mí. No sabía quienes eran mis aliados incondicionales más allá de mis adoradas abuelas y dos tíos así es que prefería no hablar.
Solitaria, ensimismada, observadora, defensiva, tragona y triste. Así crecí, encerrada en mi mundo de ideas, tratando de descifrar ese entreverado entorno emocional que me rodeaba y del cual buscaba recibir amor, comprensión y empatía a la vez que me sentía terriblemente desconectada de todo y de todos.

A los 18 años empecé a estudiar sanación desde la bioenergética y las esencias florales con el tío Hernando, mi padrino adorado quién orientaba mi vida espiritual y personal por esas épocas. Aprendí que la sanación no solo era exclusiva del cuerpo físico sino que existían niveles energéticos muy sutiles además del cuerpo mental y emocional que componía nuestra estructura biopsicoespiritual y la sana relación con nuestras emociones eran un punto clave para su equilibrio.
A mis 21 años emprendí un viaje iniciático hacia Alemania en donde conocí el poder del Yoga y la palabra hablada. Gracias a Nilce, una brasilera llena de fé y compasión, descubrí que lo que creEmos es lo que creAmos. Me conecté con la música a través de la guitarra clásica a niveles profundos gracias a Frank, quien me dió clases por meses sin cobrarme un euro. Su musicalidad, precisión en la interpretación y calidez humana influenciaron para siempre mi relación con la música. Regresé a Colombia en el 2003, y volví a la Universidad de Los Andes a terminar mis estudios en Música con énfasis en guitarra clásica. En Alemania descubrí que la música es una fuente de sanación poderosa cuando existe una genuina conexión y empatía con el otro. Eso sentía en cada clase con Frank. Tristemente no sentía lo mismo en el conservatorio y precisamente por esa terrible desconexión pensé que tendría que haber una manera más completa y sanadora de abordar la música que no fuera únicamente concentrarse en la perfección de las obras sino en el proceso de la persona que estaba interpretándola. Fue entonces cuando descubrí que existía la musicoterapia. ¡Qué alegría sentí al ver que mis plegarias habían sido escuchadas! ¡Había encontrado una disciplina que utilizaba la música para acompañar y sanar! Sin embargo, no bastaba con tener un entrenamiento musical previo, necesitaba aprender a ser terapeuta y para ello revisar mi propia historia de vida. Entonces decidí hacer una parada inicial en el estudio de la terapia Gestalt y el Eneagrama. Encontré un universo de posibilidades para limpiar mis heridas, sanarlas, comprenderlas y transformarlas en una fuerza poderosa que podría poner al servicio de la humanidad.

Después de un proceso intenso y transformador de 3 años estaba lista para ser terapeuta. Mi vida como acompañante certificada de procesos terapéuticos desde la terapia Gestalt comenzó en el 2009 y desde entonces no he dejado de hacerlo.
En el 2011, tirada en el piso del cuarto de mi abuela Lucy, mientras desempacaba los libros de la mudanza que había resultado de una dolorosa separación amorosa, encontré el flyer del Instituto Mexicano de Musicoterapia Humanista que había recibido en el 2008 en un taller impartido en Bogotá por Victor Muñoz, creador de este modelo y tallerista encantador quien más adelante se convertiría en mi maestro. Lo guardé con la esperanza de poder estudiar con él algún día. Entre lágrimas y asombro supe que era una señal. Decidí continuar mi camino de formación y búsqueda interior y apliqué a la especialización. Llegué a México lindo y querido en septiembre del mismo año emocionada de estudiar Musicoterapia Humanista. A mis 31 años me sentía mucho más despejada, tranquila y capaz de cuidarme aunque tuviera el corazón adolorido. El proceso que estaba por comenzar sería crucial para mi formación como terapeuta y mi transformación personal. El modelo de Musicoterapia Humanista es una combinación exquisita entre el enfoque centrado en la persona de Rogers, la música, la core energética y la Terapia Gestalt; un maridaje perfecto para mi manera de vivir y expresarme.
Viví en la Ciudad de México por 2 años y para siempre me sentiré mexicana por adopción. Los primeros y los últimos 2 meses de esta travesía viví en la colonia Condesa en una casa de cuento de hadas con mis padres adoptivos Alex y Jorge, dos hombres generosos y de corazón impecable que me acogieron en su hogar como a una hija. Todos los días salía de su casa para recorrer las calles de la condesa y conocer nuevos paisajes, fachadas y lugares de esa gigantesca selva de concreto que me olía a maíz. En Amatlán, una callecita estrecha muy cerca de Alfonso Reyes, calle donde vivía, encontré una casa de cuya ventana pendían banderines tibetanos. Siempre que las veía escuchaba una voz que me decía: timbra. Timbré varias veces en varios días sin recibir respuesta. Por alguna extraña razón sabía que tenia que insistir e indagar lo que esas banderas significaban, me atraían muchísimo. Un buen día timbré a la hora correcta y !ZAS! ¡Por fin la puerta se abrió! Una mujer risueña y cálida me dió la bienvenida. Era Lori, esa monja tibetana reencarnada en el cuerpo de una artista mexicana que se convertiría en mi guía de meditación, amiga, casamentera y ante todo en mi madre espiritual en el camino que estaba por emprender: el Budismo Bön. Ella me mostraría con su ejemplo como integrar la espiritualidad en la vida cotidiana sin negar ningún aspecto de su humanidad. ¡Si alguien sabe gozar la vida y comprometerse con su autoconocimiento es Lori!

Me siento bendecida por haberla encontrado y junto con ella un camino espiritual, una comunidad y un maestro. Conocer a Tenzin Wangyal Rinpoche y a la sangha mexicana fue un bálsamo para mi alma. Por fin encontré un maestro en el que podía confiar por su coherencia, respeto y sabiduría. En mi experiencia la vida se transita más fácilmente cuando encontramos un mapa, compañeros de viaje y un guía que te enseña a caminar con conciencia.
Entre musicoterapia, meditación, caminatas, viajes y experiencias inolvidables, descubrí rincones de mi ser que no conocía y a seres humanos valiosos que hicieron de México esa patria adoptiva que considero mi segundo hogar. Mi corazón está lleno de amor por su tierra, sus sabores y su gente. Entre tantos seres especiales que llevo en mi recuerdo y mi corazón, Veronica Plazola ha sido una de las más significativas en está transformación y camino de servicio. Vero es una mujer inteligente, abundante, profunda y práctica quien al escuchar mi voz en medio de una caminata que compartimos con los ojos vendados me ofreció trabajar con y para ella. Una vez más la música facilitaba encuentros. Vero ha sido mi hada madrina desde entonces. Me abrió puertas de instituciones educativas, gubernamentales y privadas en México para que yo pudiera facilitar procesos de desarrollo humano y autoconocimiento a través de la musicoterapia. Sin ella no me hubiera dado cuenta de lo que era capaz y del impresionante efecto que puede tener la musicoterapia en las comunidades. Vero me proponía proyectos que parecían inalcanzables, inabordables casi impensables. Pero, ¿cómo podía yo decirle a una visionaria llena de confianza en sí misma que no iba a dar la talla sin siquiera intentarlo? Claramente ella veía en mí algo que yo no vislumbraba ni en sueños, sin embargo, mi arrojo, compromiso y pasión por los retos era más fuerte que todas las dudas que pudiera tener sobre mi misma. Sin su impulso no hubiera descubierto los talentos y habilidades con los que contaba para sostener procesos grupales. Me alimentó, me retó, me acogió en su casa y me enseñó que la abundancia está ahí siempre disponible, solo era cuestión de saber buscar. He vivido años yendo y viniendo de Colombia a Mexico gracias a sus ideas revolucionarias encontrando maneras de conectar mis saberes, mi visión y mi experiencia para servir a quienes tengo el honor de acompañar.
Ya en Colombia buscando atender mis propias necesidades emocionales justo después de conocer a quien se convertiría en mi amigo y esposo, Jorge Dussan, encontré a Pilar Vallejo una mujer intuitiva y sabia que me mostró las bondades de la Terapia de Respuesta Espiritual, una herramienta cósmica que limpia los archivos de dolor, negatividad y discordancia que arrastra el alma de vida en vida. TRE me ayudó a abrirme en esta vida a una experiencia más satisfactoria, consciente y feliz. Gracias a la intervención de Pilar, Jorge y yo empezamos nuestra relación con una perspectiva compartida y acuerdos claros. También limpié mi temor a dedicarme de lleno a la terapia. Meses después de esa terapia pude soltar otros trabajos y confiar en que el universo me sostendría si me entregaba a mi vocación. Un año después comencé mi estudio de radiestesia con Veronica Bau, maestra de Pilar de TRE. La radiestesia estudia la capacidad para percibir las radiaciones o energías sutiles por medio de instrumentos amplificadores como el péndulo o las varillas. En el 2017 realicé mi primer curso de Péndulo Universal, el Rolls Royce de los péndulos terapéuticos que irradia frecuencias de color. Meses después me estaría graduando del curso avanzado de TRE herramienta que sigo estudiando e incorporado en mis terapias con quienes se sienten abiertos a ella. Como buena buscadora sigo estudiando y profundizando en caminos que ayudan abrir paso a la conciencia y la conexión con nuestro ser esencial.
Y así se ha ido develando mi vida, paso a paso, camino a camino, persona a persona. Me siento afortunada por todo lo que he vivido y por no haberme dado por vencida en mi búsqueda de la verdad y el sentido aunque algunas caminos resultaron pedregosos. Estoy segura que mi devoción y profunda determinación de liberarme de mis propios yugos me han ayudado a sacar lo mejor de cada obstáculo y oportunidad que he atravesado. A veces con gracia y otras veces con dificultad, me he recuperado de cada dolor que he sentido sin evadirlo. Esa es quizás mi maestría... eso no lo enseñan en ninguna universidad por eso quiero compartirlo.

Han sido tantos descubrimientos y aprendizajes que no quiero dejar guardados en el cajón, ni entre mis archivos del computador. Ana Maria Lopez, mejor conocida como la maestra tigresa en nuestro pequeño circulo de practicantes retirados de Kung Fu, para siempre se convirtió en mi amiga del alma y en comisionada del universo para traer a Bhumi a la vida. Ella es el motor y guía que me empuja a darle estructura y cuerpo a Bhumi. Su visión, inteligencia y tenacidad han arrinconado a mi cobarde tendencia a evitar hacerme visible y me ha invitado a enfrentar de una vez por todas la responsabilidad que tengo de comunicar y compartir lo que tengo que decir aunque esto suponga estar en el ojo público.
Tantas otras personas han conspirado a mi favor para dar a luz a Bhumi: Paulita linda en la corrección de estilo, Niko en el diseño de la página y algunas fotografías, Felipe en ese momento inicial de gestación de Bhumi, para entonces llamado Empower Yourself to Respond, mi tía Claudia y Caro en el diseño del logo y los ositos, Cami Tobón en el coaching de instagram para una cuarentona que lucha por no quedarse desactualizada y mi marido teniendo que soportar muchas noches de luz tenue mientras yo escribía y él trataba de dormir.

Espero que sean muchos más los cómplices de este viaje que hoy inicia.
Así es que con estas confesiones y con la intención de traer más luz y amor a esta tierra nace Bhumi. De mis aciertos y fracasos, mis cosechas y pérdidas. Bhumi es una mirada al cielo de la conciencia que busca conectar con la tierra de lo cotidiano. Bhumi es un camino y a la vez una madre que acoge y sostiene, eso significa y eso pretende.

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