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  • Alejandro Cortés

La espiritualidad de la loza sucia


Mindfulness
Alejandro Cortés

La cosa comenzó cuando mi vecina María Paula me invitó a hacer una colaboración para su página.


Mi primera reacción fue de sorpresa: ¿qué aporte podría hacerle a Bhumi un lugar lleno de sabiduría y espiritualidad un tipo tan alejado de estos dos elementos como yo? Luego sentí un miedo aterrador. Quienes conocen un poco a María Paula saben que ella tiene ciertas conexiones con los confines de la sabiduría universal de donde, de la nada y de repente, le llegan mensajes con peligrosas dosis de verdad para ella o quienes la rodean; entonces pensé: ¿qué me está queriendo decir con lo de la colaboración, será que me está enviando algún mensaje por debajo de cuerda, me estará empujando a hacer algo que me debo a mí mismo o al universo, o simplemente me vio en el desparche absoluto de la cuarentena y quiso ponerme oficio?

Frente a tantas inquietudes, mi primera reacción fue hacerme el loco, al menos temporalmente, hasta que encontrara la manera de llegar a un tema con el cual pudiera colaborar con los contenidos de Bhumi. Mientras tanto me he acercado a María Paula y a la sabiduría de Bhumi para aprender una que otra cosita y preguntarme otras tantas acerca de mi vida, por ejemplo un tema recurrente en estos últimos días ha sido ha sido “Qué define a una persona”, esa angustiante pregunta: ¿quién soy, más allá de cómo me llamo, en qué trabajo o cuál es mi talento? Asuntos algo complicados de analizar, pero que me han llevado a lugares interesantes.


Entonces la cosa se me complicó pues la pregunta no era sólo quién soy, sino ¿quién carajos soy yo para escribir algo en Bhumi?

Por otro lado, también entendí que la sabiduría de Bhumi no consiste en un tratado súper sofisticado, académico e iluminado de reglas y consejos para una vida mejor, sino que es algo mucho más simple y también más poderoso; se trata de una persona normal compartiendo su camino, su experiencia y su visión de la vida para que cada quien la lea y la interprete de la manera en que le resuene, aunque sea en el detalle más pequeño. Así que para hacer parte de Bhumi no necesito ser un “ser iluminado”, sabio y espiritual que pueda darle consejos infalibles a la humanidad, sino que de los treinta y dos años de experiencia de vida que tengo alguna cosa útil podré compartir aunque le llegue sólo a una persona; quién sabe…

A estas alturas, después de tanta carreta, quien siga leyendo se estará preguntando ¿qué tiene que ver la loza sucia con todo esto? Pues es bastante simple, frente al gran dilema existencial del ¿quién soy?, decidí definirme como “UN TIPO QUE LAVA LOZA”.

No es que sea un lavador de loza profesional ni nada parecido, simplemente es la tarea doméstica con la que he sido “bendecido” en mi casa y que sin querer me ha abierto un espacio de introspección que difícilmente encuentro en otros lugares. Así, la labor que puede ser insoportablemente tediosa para algunos, o que según Agatha Christie puede convertir a cualquiera en un maniaco homicida, es para mí algo como un refugio espiritual.

A lo largo de mi vida he explorado diferentes maneras de experimentar la espiritualidad; cuando niño era un católico muy fervoroso y aplicado, incluso sentí por mucho tiempo que quería ordenarme como sacerdote. Luego pasé por una etapa con una visión muy científica y escéptica del mundo, también me acerqué al movimiento rastafari y sus fundamentos religiosos, más tarde me dejé llevar al estudio de diferentes corrientes filosóficas y navegaba entre una gran cantidad de “ismos” que poco a poco me han traído hasta este punto donde estoy aprendiendo a entender, sentir y vivir el arte como reflejo de la conexión espiritual del ser humano con el universo, en fin, el camino que he recorrido en mi búsqueda espiritual ha sido muy largo y diverso, pero siempre se conjuga con el momento en que estoy lavando los platos, cuando puedo verme a mí mismo y saber que estoy hecho de múltiples fragmentos que he conservado de todas esas experiencias que llegan a coexistir en ese templo que resulta ser el fregadero.

Allí puedo recorrer con detalle algunos espacios de mi interior para ver si necesito sanar o “limpiar” algo y puedo reconocerme reflejado en mis platos y mis ollas; sé que cada cubierto tiene su “maña” para lavarse bien, así como sé cuál es el pocillo que está despicado o la sartén que está pelada y también, cómo no, cuál es esa olla a la que le hago pereza y dejo en remojo por mucho tiempo para no atenderla hasta que no sea estrictamente necesario.

Esto es lo que vine a contar, que soy un tipo que lava loza, que esa actividad tan corriente y poco apreciada funciona para mí como un espacio de autoconocimiento y como una metáfora de la constante construcción de mi interior. Igual que todo en Bhumi, esto sólo es mi experiencia y mi visión, no quiero decir que todo el mundo deba salir corriendo a lavar platos a ver si allí encuentra respuesta a sus inquietudes interiores, pero sí tal vez que hay un lugar donde cada uno puede encontrarse: unos hacen yoga, otros meditan, otros van a la iglesia y yo lavo platos.




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