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  • Maria Paula Rueda Yepes

Mujeres, vamos a darnos tregua





Otra vez es marzo, ¡no lo puedo creer! Cada vez que escribo en un documento el año 2023, me parece que estoy escribiendo el guión de una película futurista.

El tiempo vuela y aunque percibo la transformación que trae el paso de los años sigue pareciéndome que el reloj se acelera demasiado. No se si es porque he hecho tanto que mi noción del tiempo está alterada y me siento arriada, como cuando uno pone la velocidad de reproducción de los mensajes de WA en 2x. Seguramente este último comentario en algún punto de la historia será obsoleto, pero hoy siento que la vida va a esta velocidad: (leer rápido) otra vez es lunes, otra vez es viernes, carajo ya pasó un mes, ya cumplí 41, 42, 43 ¡voy vertiginosamente a los 44! Tengo que entregar el artículo, enviar el mensaje, leer el libro, nadar, atender a esta persona, a esta otra, y otra, casi 25 a la semana además de todo lo otro que tengo por hacer. ¡Chin! ¡Hoy no viene Adrianita que me ayuda tanto en casa! Tengo que lavar la ropa, hacer el almuerzo, echar gasolina, limpiar, ordenar aquí y allá. Visitar a los abuelos, a la mamá, a los sobrinos, pararle bolas al marido, a los amigos. ¡Cuántos amigos se me quedan por fuera! Disfruto, sonrío, me agito, me canso, me repongo, me estiro, me relajo, hago ejercicio, me duermo, y vuelvo otra vez.


¡Ufffff! ¡Que agite! Pero la paso bueno y vuelvo al ruedo. Cada vez más consciente de hacer una cosa menos o más despacio o estar más presente mientras la hago. El contexto en el que vivo no lo hace más fácil, hay muchos pedidos, muchos vínculos, muchos frentes que nutrir. Me siento afortunada y retada a la vez.


Hacer parte de una manada es un bendición. Tener el apoyo y cercanía de la familia y la comunidad es un tesoro que valoro profundamente. Amo lo que hago y llevo largo tiempo cultivando mis habilidades. Soy una capricorniana de libro que goza trabajar. Con todo, observo lo fácil que es para mi desbordarme en las relaciones y en el trabajo. El cansancio residual, no lo gozo tanto. Cuando orbito varios días seguidos a su alrededor, me siento mucho más propensa a la neurosis y a la reactividad implícita de mi carácter. ¡Not nice! Así es que por mas de que ame a la gente, a mi trabajo, mis proyectos y al movimiento en si, el llamado de mi conciencia es claro: ralentízate por ratos y detente por otros. No tienes que parar del todo, ni para siempre, solo asegúrate de descansar lo suficiente, de tener los apoyos y ayudas físicas, mentales, emocionales y espirituales necesarias para sostener la vida que elegiste. Tu vida no es simple, atender a personas es demandante, tu profesión es exigente, pararse frente al dolor constantemente exige entereza, claridad, fuerza. Tu manera de relacionarte tiende a desgastarte así es que cerciórate de recordar cuáles son los limites que no puedes exceder. Al otro lado se encuentra la locura, tu locura...la locura velada de la agitación crónica heredada de las mujeres de tu linaje femenino que andan, andan y andan sin parar. ¡Pilas!


¡Caray! Escucho a mi conciencia y pienso en tantas mujeres sobre esforzadas, valientes, dispuestas a darlo todo por sus manadas y responsabilidades aún a costa de su propia salud y bienestar. Me veo a mi, veo a mis abuelas, a mi madre, mis hermanas, mis tías, mis amigas, mis colegas, las veo a casi todas atiborradas de obligaciones y tareas, de reuniones y compromisos, desconectadas de la naturaleza y sobre exigidas por el ritmo de la ciudad, el trabajo, la familia y pienso: ¡No más, amigas! ¡No así! Tenemos que aprender a poner límites a la locura de la mente, de la autoexigencia, de la complacencia, de la co-dependencia, de la adicción al trabajo, del afán, del auto maltrato, del olvido de nosotras mismas. No parece que nos estamos haciendo daño, ¡pero sí! Le estamos pasando factura a nuestros cuerpos y sobretodo a nuestra relación con nosotras mismas. ¡No más torturarnos, no más asfixiarnos, no más agotarnos! La primera vida que Dios nos dio para cuidar fue la propia y con ella a veces somos tan malas madres y amigas. Nos queremos tan poco y nos pedimos tanto. ¡No más, amigas de género, de lucha, de historia!


Es cierto que nuestro lugar en este contexto patriarcal tiene incontables desventajas y peligros, es cierto que algunos hombres se dan garra desde sus privilegios y sus derechos. Es cierto que nos han matado, violado, irrespetado y es cierto que estamos cansadas y furiosas por ello. Yo también lo estoy y por lo mismo no quiero seguir replicando la semilla de odio que la inconsciencia del patriarcado ha sembrado en mi en forma de auto maltrato, de ponerme de última en la lista de cuidados. Compañeras de planeta, vamos a hacer esto con más amor y menos prisa.


Vamos a darnos una mejor vida para que los vientres del planeta puedan acunar la alegría y el dolor, la valentía y la vulnerabilidad, la calma y la fuerza que somos y seremos. Porque sanas podremos educar mejor y dar ejemplo y acompañamiento sostenible a quienes sufren. Deseo que volvamos a casa, a ese lugar calientito y a salvo adentro que permite a la vida florecer mientras se alivian nuestros dolores. Ese lugar interno en donde la energía femenina y masculina se encuentran en su esencia y pureza. Como yo lo entiendo, a la luz de los símbolos que hermosamente ilustran nuestros cuerpos, la energía femenina, así como nuestros úteros, acoge, acuna, recibe, protege, gesta la vida. Como nuestro senos la nutre, la abraza, la calienta, la amortigua. Es fuerza, calor, creatividad, gozo, firmeza y blandura como nuestra vaginas. Lo femenino no es solo delicadeza y gracia, también es ferocidad y valentía, si no fuera así, no estaríamos llamadas a ser las nebulosas de los humanos, esos lugares cósmicos donde la vida se gesta y la creación hace su nido. Así mismo entiendo lo masculino como a esa flecha de lanza, ese movimiento parabólico que catapulta a la vida a confines inimaginables, esa fuerza propulsora de la conquista de nuestros territorios interiores y exteriores, esa generosidad biológica que se despoja de si para fecundar a la vida, que se mueve hilarante y graciosa resuelta cooperar con la creación activamente. Reconozco en la energía masculina la fuerza de la solidaridad y la dulzura del sostén, ese amor concreto que no se enreda en conceptos ni palabras, que va a la acción y desde ahí nutre. Como sus cuerpos, largos, erguidos, más rígidos y fuertes, lo masculino en su esencia nos ayuda a estructurar ese andamiaje que necesitamos para movernos en el mundo y en la materia con agilidad y practicidad.


Deseo entonces que volvamos a nuestro femenino instinto amable y bueno. Al corazón puro, a las intenciones sabias, a los límites claros, a la razón sensata que no es indiferente a la emoción ni al cuerpo. A la conexión con el sagrado masculino que nos sostiene y nos fecunda, porque en él y gracias a él también hay bondad y vida en este planeta. A algunas mujeres se nos olvida honrar la belleza de ese espíritu masculino en medio de nuestra pelea con la deformación que ha hecho de él el machismo. Muchos hombres ya encarnan una nueva consciencia, un camino de integración de la energía femenina y masculina, y así, vivir desde el amor y el respeto a las mujeres con menos cháchara y más acción en los frentes que requerimos ser amadas con contundencia. Otros y otras siguen en la pendejada, peleando por tonterías, distraídos con cosas que no le aportan a nadie y menos a ellos mismos, ¡pero bueno! Esta es una labor titánica de despertar a la unidad que somos, reconocer las responsabilidades que tenemos con el planeta, sus habitantes y con nosotros mismos más allá del género. Deseo que dejemos de pelear por lo que no vale la pena y que estemos dispuestas a incomodarnos y trabajar por lo que si lo vale. Hay mucho por que trabajar y tantas mujeres valientes poniéndole el pecho a causas duras, trascendentales, cotidianas y agotadoras. Para ellas es este texto.


Mujeres hermosas y valientes vamos a darnos tregua y abrazarnos más porque hay mucho por hacer en este jardín de la vida que compartimos. Mucho dolor por sanar, el propio y el de todos. Ese dolor ajeno nos atraviesa si estamos verdaderamente conectados a la red de vida donde las barreras son invisibles entre lo tuyo y lo mio y el dolor se convierte en nuestro dolor. Nuestro dolor, nuestro cansancio y nuestras necesidades requieren de nuestra solidaridad. Vamos a parar tantico para escuchar cuáles son y dejar de sacarnos los ojos los unos a los otros en el intento de encontrarnos. Todas necesitamos tregua, todas merecemos descansar y todas estamos sedientas de amor propio, el amor que nos invita cada tanto a entrar en esa casita interior cálida y amable que es y será siempre nuestro verdadero hogar.

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