
Me gusta la palabra carajo, es suficientemente contundente y deliciosamente disruptiva sin ser demasiado grosera. La aprendí desde chiquita seguramente de mi abuelo que era un mal hablado profesional.
Dice mi abuela que cuando yo era una pulga de 4 años le decía: “¡qué carajo abuelita, no te afanes!”, cuando la veía sufriendo por algo que me parecía absurdo o sin sentido. Ese ¡qué carajo! era como decirle ¡a la mierda con eso, hay algo mejor en lo que ocupar tu mente y tu vida! ¡Ya suéltalo y haz algo que te haga feliz! Así es la sabiduría de los niños... Lentamente el sistema educativo la va aplastando bajo su rasero unificador. Donde yo hubiese llegado al colegio mandando al carajo las ideas inútiles de alguna profesora seguro me hubieran expulsado.
Muchos crecimos en medio de una educación desconectada de lo esencial avalada por la sociedad y algunos parientes con excelentes intenciones pero poca sensibilidad a la rareza. Ser raro en este mundo, por no decir espontáneo y único, no es fácil; necesitaríamos tener una fortaleza impresionante o unos papás aún más raros que nosotros dispuestos a defendernos a capa y espada. En todo caso, uno no puede ir por la vida con los papás a todas partes así es que darle lugar a esa voz intuitiva que busca el sentido y la felicidad genuinas no siempre es fácil de encontrar. Esa búsqueda voluntaria de conexión interior si bien es natural encuentra muchos obstáculos para dar fruto.
La distracción, la confusión y la desconexión son algunos de esos obstáculos. Es usual que estemos distraídos llenando nuestra cabeza con información, imágenes y conceptos tratando de evitar las preguntas verdaderamente importantes de la vida como ¿para qué carajos existo?, ¿cuál es el sentido de mi vida?¿Te lo has preguntado alguna vez? Yo me lo pregunto a diario porque creo que todos los días lo estoy descubriéndo.
Quizás la pregunta a formular es ¿quieres saber para qué existes y cuál es el sentido de tu vida hoy? Porque esa voluntad decidida de encontrar el sentido es la que te llevará a él, y nadie más que tú mismo puede emprender esta cruzada. Suena épico y lo es, pero también es un asunto tremendamente práctico. Es por esto que me gusta tanto la visión que tiene Victor Frankl sobre el tema. Él dice que “el sentido de la vida difiere de un hombre al otro, de un día al otro y de una hora a la otra. Por lo tanto lo que importa no es el sentido de la vida en formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un momento determinado”.
Si me lo preguntaras te diría que en este momento determinado de mi vida me siento en paz cuando encuentro que mis esfuerzos y mi existencia han sido útiles para nutrir la felicidad de otros así como la mía. Encuentro mucho sentido en dedicar horas y horas a escuchar el dolor ajeno, a encontrar metáforas, música, información, meditaciones y chistes pendejos que ayuden a aliviar mi sufrimiento y el de otros. Me hace sentido nutrir mi mente, mi conciencia y mi cuerpo con experiencias que me acercan a la paz, la libertad, el amor y la sabiduría. Me hace sentido cuidar y ordenar. Me hace sentido liberarme de mis yugos para ayudar a otros a liberarse de los suyos. Pero esa solo soy yo, una hippie abraza-árboles, como me dice mi marido, que habla con las plantas, se conecta con la tierra, ama el budismo y quiere iluminarse... Probablemente nada de lo que acabas de leer te conecte, o quizás sí, pero ese no es el punto. El punto es, ¿qué es lo que a ti te conecta? ¿Qué te hace sentido?
El sentido de nuestra vida lo descubrimos, no lo inventamos. Este va mutando de colores y va cambiando de palabras con el tiempo y las circunstancias; para encontrarlo es necesario querer hacerlo, así como cultivar una atención plena y paciente capaz de hilar las pistas que vamos encontrando en el camino.
También dice Frankl que este asunto se puede mirar desde una perspectiva inversa. Si en lugar de pensar que el hombre es quien debe buscar el sentido de su vida, pensamos que es la vida quien cuestiona al hombre, quien lo interroga, entonces lo importante es responder a la vida con nuestra propia vida, con nuestras acciones y para esto tenemos que hacernos responsables y asumirlo.
En otras palabras, ¡escucha las preguntas que te está haciendo la vida y respóndelas! Nadie las puede responder por ti pero tienes todo un universo de ayudas, información, maestros, prácticas y guías para poder hacerlo. Tal como en la escuela, cuando tengas quiz, ¡pon atención y estudia!
Así es que esta reflexión no busca ponerte contra la pared para que formules en una frase de 10 segundos la misión definitiva y altruista de tu vida; esto no es la búsqueda de tu elevator pitch existencial. Lo que busco con estas reflexiones es que empieces a encontrar nuevas formas de responderle a la vida cuando ésta te hace preguntas. Para poder hacerlo tienes que querer hacerlo desde la libertad de elegir el sentido que más te haga sentido.
Así es que solo por hoy, párate frente a algún tema o persona que hayas estado evadiendo y dile: aquí estoy presente, consciente y dispuesto a responder a tu pregunta para encontrar el sentido que vienes a regalarme. Siento miedo, siento duda, siento curiosidad, aún así permaneceré hasta que tenga una respuesta para darte.
Probablemente entrarás en un laberinto de pequeños y grandes interrogantes que te pondrán a prueba y fortalecerán tu capacidad para observar y elegir. Cuando salgas sentirás que el horizonte empieza a abrirse con más claridad frente a tus ojos: es el camino hacia la libertad y la búsqueda de sentido.

Waoooo