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Maria Paula Rueda Yepes

Reconocer lo vivido





Cuando me senté a pensar cuál sería la mejor manera de cerrar este año en Bhumi se me ocurrió lo que parece bastante obvio: recordando todo lo que ha pasado y honrando los esfuerzos, claridades y aprendizajes que hemos transitado en el 2021.


Este ha sido sin duda uno de los años más duros que hemos vivido como humanidad. Inmersos en una pandemia que no afloja, viviendo una vida pseudo-normal que por momentos se siente rarísima debajo de un tapabocas que protege y asfixia a la vez, más pegados a las pantallas que nunca y esperando a que esto “se acabe” para poder disfrutar sin tantas restricciones de la cercanía de las personas que amamos en los lugares que nos gustan. Este en el mejor de los casos es el reto. En otros escenarios menos afortunados, las personas se reponen de pérdidas humanas, financieras y emocionales. Para algunos, la vida se tornó gris o radicalmente diferente tras la partida de algún ser querido que se fue dejando innumerables retos para su existencia. He presenciado más dolor, muerte y desesperación en estos tiempos que nunca. En los 12 años que llevo atendiendo personas como terapeuta, no había sentido tanta carga emocional y tanta necesidad de acompañamiento, alivio y escucha como en los dos últimos años. Al mismo tiempo he visto como florecen las barrigas de mujeres embarazadas por docenas, (entre esas la de mi hermana), nuevos negocios han surgido con la esperanza de prosperar sobre las ruinas de otros que tuvieron que cerrar. Poco a poco ha entrado un aire de normalidad sospechosa que nos ha hecho olvidar el tremendo lío que enfrentamos como especie.


Cuando abro mis redes veo cada vez más "tik-toks" para morir de risa, matrimonios y celebraciones llevándose a cabo con y sin tapabocas, además de las propuestas de tantos entusiastas como yo, que quieren llenar la vida virtual con mensajes que aporten a la vida y traigan valor en medio de tantos retos. El baile entre la vida y la muerte sigue mostrándonos un tango que deleita y deprime a la vez. La vida resurge de tantas maneras entre las cenizas en una coreografía rarísima, durísima y bellísima a la vez.

Me parece importante detenernos a mirar lo que ha pasado en estos meses antes de seguir avanzando hacia el futuro...

Me parece importante detenernos a mirar lo que ha pasado en estos meses antes de seguir avanzando hacia el futuro incitados por la esperanza de renovación y cambio que aparece cuando se avecina un nuevo año. Reconocer lo que hemos vivido es quizás una de las mejores maneras de darnos cuenta de cuales son nuestros recursos y nuestras trampas y así cerrar conscientemente el año antes de esperanzarnos con el que sigue. Si esperamos que en el futuro próximo algo cambie quizás el primer lugar para comenzar estará en nuestra manera de valorar lo que hemos vivido y así ser conscientes de lo que estamos sembrando y cosechando en nuestro camino. Este año en Bhumi hemos tenido que afrontar muchos retos como equipo y yo en lo personal también. En este artículo quiero contarles un resumen de lo que he vivido desde Bhumi y como hoy al retomarlo, me doy cuenta del hilo conductor que ha sostenido mis aprendizajes y vivencias con una coherencia que solo al revisar, la noto.


Empezamos el año con la medicina del Murciélago, que curiosamente habla del ciclo de la vida-muerte-renacimiento. Poco sabría yo para entonces que literalmente sería el aprendizaje que yo enfrentaría una y otra vez a lo largo del año. En el video que hice en enero del 2021 en donde hablo de la medicina del murciélago (reflexión perteneciente a las cartas de la rueda de la medicina) digo: para poder renacer a lo que somos, a nuestra esencia, necesitamos morir a viejos hábitos, a esa identidad a la que nos aferramos. ¡Carajo! ¡Tronco de pitonisa! Este año me la he pasado muriendo a hábitos, deseos y creencias. He visto más que nunca ese entramado entre la vida-muerte-vida que nos atraviesa a todos, o por lo menos a los que han cruzado mi camino. He presenciado más muertes y renacimientos de lo que había visto en una década.


En Bhumi hemos tenido que transformarnos cada mes para acompasar los ritmos, replantear las metas y redefinir los objetivos muchas veces. Para Pepita y para mi esta circunstancia ha traído muchos retos desde nuestros respectivos temperamentos y estilos de vida. Con todo, hemos logrado mantener nuestra amistad y solidaridad viva, los oídos dispuestos a escuchar y las palabras más afinadas y dulces a la hora de hablar. Creo firmemente que hemos tenido que morir a actitudes propias de nuestra personalidad para permitir que este proyecto cobre vida desde un lugar más sano.


En febrero escribí un articulo titulado “Mientras todos duermen”, en donde confesé momentos de profunda vulnerabilidad que he vivido y con ello exorcicé el miedo a mostrarme. Ser honesta en redes sociales cuando tu pellejo está expuesto, hace que pienses más de dos veces en lo que vas a publicar. Aún así, me parecía mayor la utilidad que el riesgo de ser juzgada o vista y me lancé.


En marzo, publiqué un artículo titulado “La Tiranía del Bienestar” y en una de las publicaciones escribí: está bien no siempre estar bien. Reconocer esto es fundamental para salir de la Tiranía del bienestar, esa absurda y binaria creencia de que si no estoy bien a la luz de mis expectativas es porque algo en mi está mal. ¡Como me sirve hoy leerme! Terminando el año me siento agotada de hacer tantas cosas, creyendo erróneamente por momentos que algo anda mal en mi porque no doy abasto y mi energía no es la de antes. Mi propio escrito me recuerda que no hay nada malo en mi, solo necesito descansar, disfrutar y hacer menos. Ese es mi verdadero bienestar ahora, no estar como el conejito de Duracell con la energía a tope haciendo mil cosas. Morir a esa imagen de mi misma, de ser hiper energética, llena de ambiciones y proyectos es absolutamente necesario para mi salud en este momento. He crecido con la idea de que el esfuerzo arduo y sostenido es necesario para prosperar en la vida. Hoy estoy convencida de que necesito morir a esa idea. Creo más bien que el esfuerzo consciente, amable y mesurado me ayudará a sostener por más tiempo mi camino.


En abril, hablé del espacio sagrado e hice una invitación a aprender a respetar nuestro espacio sagrado y el espacio sagrado de otros, inspirada en las cartas del camino Sagrado de Jamie Sams. En el video digo: ¿Qué son nuestros espacios sagrados? Son esos territorios interiores y exteriores en donde encontramos conexión con nosotros mismos. Estos pueden ser: nuestros talentos, creencias, un camino espiritual, la conexión con el arte y la música, nuestras relaciones significativas y espacios significativos. Tenemos territorios sagrados que cuidar, valorar, respetar y veremos cómo la atención plena nos ayuda a entrar en estos espacios sagrados.


Cuando me leo reconozco la importancia de mi camino interior, de esas prácticas de meditación, oración, movimiento y estudio que me re-conectan con mi ser. A lo largo del año me han dado fuerza y dirección cuando he querido salir corriendo de mi realidad para aliviar la angustia, el dolor y cansancio que he sentido. Ser terapeuta no me hace menos humana ni menos vulnerable. Por el contrario, pienso que me incita a enfrentar constantemente las dificultades con conciencia y escapando lo menos posible. Eso es más crudo y árido que distraerse para evadir, pero ciertamente da más frutos. Pienso también con nostalgia en mi práctica musical como instrumentista y cómo me llama a retomarla con más juicio y con más gozo. Entre tanta actividad por momentos me pierdo de ella. Es quizás el espacio sagrado que más me reclama presencia hoy en día.


En mayo estalló una crisis social en Colombia que fue muy angustiante y reveladora de lo mal que estaban y están las cosas en nuestro país. Con el deseo de ser coherentes con lo que queríamos publicar en BHUMI nos tomamos el tiempo de pensar qué sería relevante para ello e invitamos a personas conocedoras del tema como Paula y Alejandra. Nos enfocamos en dar más sesiones de meditación y terapia para quienes así lo quisieran. Fue un tiempo exigente, doloroso y lleno de incertidumbre para los colombianos. Caos, protesta, hambre, angustia, muerte y furia rondaba por las calles y las casas. Conscientes de nuestro privilegio y nuestra responsabilidad de comunicar asertivamente, tuvimos muchas discusiones en el equipo al respecto de qué publicar. Como todos, no estuvimos exentos de tener visiones y posturas diferentes. Tuvimos que reconciliarnos, escucharnos, respirar profundo y ponernos de acuerdo en muchas conversaciones para saber cómo queríamos hacer frente a esto como comunidad y como familia. Al día de hoy sigue siendo una práctica en la cual trabajamos: escucharnos, ponernos de acuerdo, perdonarnos y seguir adelante.


En junio y julio nos dedicamos a reflexionar sobre la importancia de comprender las muchas maneras como estamos conectados para ponernos en los zapatos del otro. A la luz del conocimiento de las Constelaciones Familiares, la historia y el eneagrama, buscamos crear consciencia sobre la importancia de reconocer ese hilo rojo que nos conecta para, como dijo Paula Zuluaga en su charla que compartió con nosotros, ver esa interconexión a través de la cual nos afectamos los unos a los otros aún cuando nos creamos lejanos y distintos. Creo que en ese sentido el Covid nos ha dejado claro lo mucho que compartimos y lo irrelevante que son nuestras diferencias cuando la salud está en riesgo y la muerte acecha. Fue importante recordar lo que nos conecta después de ese sacudón social que separó a tantas familias, amigos y colegas que se polarizaban según sus ideas políticas y de la vida en Colombia y en el mundo.


Y así pasaron los meses…en Agosto, en Septiembre, en Octubre, en Noviembre la vida y la muerte se fueron presentando en cada tema, en cada escrito, en cada reto. Renaciendo a nuevas creencias, a nuevos hábitos, a nuevas perspectivas fui perdiendo velocidad y ganando profundidad.


Podría seguir escribiendo y reflexionando sobre la importancia de todo lo que he vivido en este año, y de cómo veo la relevancia que ha tenido y sigue teniendo cada contenido de Bhumi para mi vida. Siento que así valoro los retos que he superado y los esfuerzos que he realizado para mantener con vida a este osito de BHUMI: recordando lo que pensé, viví, sentí y aprendí en uno de los años más retadores de mi vida, mientras trataba de servir y vivir de la mejor manera posible.

Estudiar nuestra propia historia y darle un lugar en el presente es una forma de honrar nuestro camino y reconocer nuestros recursos...

Estudiar nuestra propia historia y darle un lugar en el presente es una forma de honrar nuestro camino y reconocer nuestros recursos, esos que hemos desarrollado y esos que nos han sido dados como regalos o dones. Detenernos a mirar lo que hemos vivido sirve para reconocer los lugares internos y externos por los que hemos transitado así como las transformaciones que nos han convertido en las personas que somos.


Los invito a que se detengan y miren su historia antes de que acabe el año, celebren la cosecha que ha dado fruto en su tierra, reconozcan las semillas que han sembrado y así puedan tener más claridad para decidir cuáles semillas quisieran volver a sembrar y qué plantas es hora de desyerbar para abrirle espacio a nuevas semillas de bienestar, vida y felicidad.


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