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  • Maria Paula Rueda Yepes

Retomando los caminos




Todos hemos encontrado maneras de lidiar con la vida y las relaciones que nos tocaron y escogimos. Para bien o para mal, hemos logrado hacerle el quite a lo maluco y nutrirnos de lo bueno que hemos vivido; de lo contrario no estaríamos aquí. Si estamos vivos es porque hemos sido exitosos en el intento de conservar la vida que nos fue dada. Sin embargo, muchos vivimos atrapados en un ritmo que no permite el reposo o desconectados de lo esencial por andar distraídos con lo accesorio. ¿Qué se hace en ese caso? Primero aceptarlo. Aceptar que la vida que estamos viviendo no sabe a bienestar. Después buscar un camino que nos enseñe a dar pasos más conscientes hacia los hábitos, pensamientos y prácticas que nos acercan al gozo, la paz y la vida que queremos.

Encontrar un camino que nos dirija hacia nuestro bienestar es como descubrir una fuente de agua en medio del desierto. ¿Y quién no quiere agua cuando tiene sed? Sentir el deseo de satisfacer nuestra necesidad no es lo difícil ni el punto donde radica la solución. El punto de mayor complejidad, creo yo, está en encontrar la voluntad, el perrenque para pararnos de la silla cómoda/incómoda del sufrimiento en el que nos encontramos para emprender la búsqueda de esos oasis que calmarán nuestra sed. Por que la verdad es que, aunque el sufrimiento se sienta tan amargo, paradójicamente nos da una camita de algodón sobre la cual reposamos tranquilamente mientras nos quejamos. En otras palabras, todos queremos sentirnos mejor, estar contentos, aliviados y felices pero no todos estamos dispuestos a transitar los caminos que nos dirigen hacia ese fin. Porque liberarnos implica incomodarnos, trabajar, estudiar, dejar de ocupar el lugar de la víctima y hacernos cargo de nuestra propia sanación. Eso jamás ha sido una idea seductora ni una buena frase de venta para emprender el camino de la auto-sanación, mucho menos cuando el sufrimiento no es tan agudo ni tan grave. Hay una procrastinación natural en el sufridor promedio que le hace creer que todavía puede seguir distrayéndose, justificándose y evadiéndose sin mayores repercusiones para su vida. Sin embargo, la cosa cambia cuando viene una crisis… ahí si que se dispara la voluntad de hacer lo que sea con tal de no sentirnos como una mierda.

Porque entre otras, cuando hablo de un camino que nos dirija hacia nuestro bienestar me refiero a ese bienestar chiquito, cotidiano, que se nutre de las pequeñas acciones y se refleja en cada relación que establecemos. El humilde bienestar del contentamiento y la salud que se cultiva a diario y se descifra por partes. Muy diferente del bienestar que se ensueña como un lugar grandioso, en donde no volveremos a sentir dolor, duda, rabia ni miedo y al cual vamos a llegar victoriosos para nunca más sufrir y como en los cuentos de hadas, vivir felices y comer perdices. (Ese sería mi idea del nirvana pero creo que a muchos nos faltan bastantes vidas para lograrlo). La imagen que llega a mi cabeza frente a esta fantasía es como si alcanzar el bienestar fuera parecido a subir la cima de una montaña en donde queremos dejar nuestra bandera para luego devolvernos y decir: ¡Ya lo hice! ¡Lo logré! ¡Llegué a la cima! ¡Me devuelvo y sigo ocupado en mis rutinas de siempre porque ya alcancé mi bienestar! Creo que el camino hacia el bienestar es menos espectacular pero más interesante. Es más bien como encontrar senderos, personas, prácticas, reflexiones que nos enseñen a vivir lo cotidiano de manera más ligera, más consciente, más gozosa.


Así nació Bhumi, con el deseo de compartir los caminos que han aligerado mis pasos para inspirar a otros a encontrar los suyos. Ninguno de los caminos que he recorrido es automático, fácil, ni de una sola dosis. Todos son caminos sólidos y extensos que siguen ayudándome a soltar y enfocarme cuando me pongo pesada y torpe. Aún así, sin mi participación activa ninguno de estos caminos funciona per se.

El primero y más antiguo de ellos tiene que ver con la capacidad para ser consciente de mi cuerpo en el espacio y mi respiración en el momento. Desde chiquita amaba moverme y me encantaba el reto de hacerlo de manera coordinada y precisa: la natación, el patinaje y la gimnasia olímpica me ayudaban a canalizar toda esa energía interior inquieta. Me daban enfoque y encausaban la adrenalina que fluía dentro de mi. Recuerdo que me botaba como una loca por la rampa del edificio de mi abuela en unos patines de cuatro ruedas calculando riesgos milimétricos en silencio para no reventarme la cabeza. Así mismo en la viga, las asimétricas y las camas elásticas del gimnasio en el que practicaba como un chimpancé entrenado todas las maromas y coreografías con las que me entretenía. ¡Ni hablar de la piscina! Podía pasar horas debajo del agua, yendo y viniendo como una sirena gordita que quería escapar del mundo de los humanos encantada por el silencio pacífico del agua. Todas estas experiencias le daban una cierta calma a mi sistema nervioso a la vez que me llenaban de gozo. Mi animalito interior sabía la medicina que había en el movimiento y la respiración consciente. Con el tiempo y la adultez encontré otros caminos a través de los cuales experimentaba lo mismo pero con un enfoque terapéutico y espiritual, entre ellos: largas caminatas por montañas y valles escuchando mantras, mi amada terapia gestalt, el trabajo psicocorporal de la Core energética, el hatha yoga, el Tai Chi y los yogas tibetanos que combinan respiración, visualización y movimiento como el Tsa Lung, las nueve respiraciones de purificación y el Trul Khor. A través de todos estos caminos puedo ver como mi cuerpo es ese templo de sabiduría burda que me hala al presente y a lo concreto sin mayores conceptualizaciones. Al fin y al cabo, esta vida se da en el cuerpo y gracias al cuerpo; sacarlo de la ecuación del bienestar sería absurdo.


La música es otro de esos caminos que me han ayudado a permanecer conectada, atenta, presente. A veces tocando instrumentos, a veces cantando y bailando, y a veces solamente dejándome permear por lo que escucho. Los sonidos son como cascadas que me bañan y abren espacio a mi imaginación y percepción. Esta relación con la música es muy íntima… No es una relación de consumo indiscriminado, tan habitual en esta época, sino de conocimiento y atención. Usualmente conozco lo que escucho, se quién lo canta, quién toca, qué dice la letra, así como qué sensaciones corporales y emociones despierta en mi. Cuando no conozco una canción, me presento y dejo que el sonido me hable. Si encuentro consonancia con él, lo visitaré de nuevo, de lo contrario le daré las gracias y seguiré. No en vano estudié música y musicoterapia: la relación con el sonido es muy importante para mi. Desde el sonido me conecto y con él fluyo. Gracias a esto he logrado hacer una curaduría cada vez más consciente de música y sonidos para decidir en qué momentos los escucho y para qué los comparto. Esto incluye, por supuesto, darle espacio al silencio que me resulta tan necesario y sanador por momentos.


Las limpiezas energéticas también me han ayudado montones. A través de ellas he encontrado un camino hacia mi intuición y una manera efectiva de liberar emociones, pensamientos, y energías represadas de las cuales muchas veces no he sido consciente pero ciertamente me afectan. Hace mas de quince años descubrí los baños con hierbas amargas y dulces y las limpiezas con copal tan típicas de los caminos indígenas latinoamericanos. Las sesiones de alineación y limpieza con Paty, mi médica sintergética, en las cuales utiliza poliedros, filtros, piedras, láser, esencias florales, homeopatía, etc., para ayudarme a descargar lo pesado que traigo y las confusiones que no me dejan pensar claro. De ella aprendí a usar los poliedros y las esencias en mis sesiones. Más adelante conocí la Terapia de Respuesta Espiritual, un sofisticado método de investigación de los archivos AKASHIKOS, los registros del alma que se acumulan de vida en vida y son la memoria viva de las experiencias que hemos transitado como seres espirituales. A través de esta investigación reconocemos algunas de las energías y programas discordantes que necesitan ser limpiados de nuestros registros para favorecer la manifestación de la salud en todos los niveles de nuestro ser en el curso de esta vida. Junto con esa terapia conocí los péndulos terapéuticos como el Péndulo Universal, el Rolls Royce de los péndulos, que sanan a nivel sutil a través de frecuencias de color y de letras griegas, así como el péndulo espiral y el péndulo extraterrestre.

Todo esto lo he integrado en mi vida y en mi práctica gracias a la terapia Gestalt que a través de principios tan claros como la presencia, la conciencia y la responsabilidad, me ha ayudado a recorrer un camino más aplomado y menos dramático hacia el reconocimiento de lo que me cuesta, me pesa, me atrapa. Hace 15 años conocí la Gestalt y desde entonces no solo es mi llamada a la tierra si no la base que sostiene todos los procesos terapéuticos que acompaño y el vértice que articula todos los caminos que reúno en mis sesiones.

Junto con la gestalt conocí el eneagrama un antiquísimo mapa de autoconocimiento, que con los años ha sido nutrido por la Psicología moderna, el cual describe nueve tipos básicos de personalidad que desarrollamos los humanos en nuestra infancia como estrategia para ser amados y como ajuste adaptativo para sobrevivir a la vida que nos correspondió. Este fascinante conocimiento que describe en detalle las motivaciones, creencias, comportamientos, bloqueos, recursos, virtudes y tendencias de cada personalidad es tan acertado que es espeluznante. A través del eneagrama he podido ver con más claridad mi "No ser", esa máscara que me pongo frente a otros y que me inhibe de atender genuinamente mis necesidades y deseos. El eneagrama me ha ayudado a abrirle espacio a mi verdadero ser, ganándole así terreno a mi ego al reconocer su modus operandi en los diferentes escenarios de la vida. (Sobra decir que tengo muchas tierras por descolonizar, para que esto no sea interpretado con suficiencia). También ha sido una herramienta clave para acompañar a mis consultantes a descubrir sus propias máscaras.


La meditación también ha sido fundamental para mi salud emocional y espiritual. Es a través de la practica espiritual diaria que encuentro sosiego y conexión en medio de tanta turbulencia. Gracias al cielo tuve la fortuna de conocer las enseñanzas del Budismo Bön y a mi maestro, Tenzin Wangyal Rinpoche, un tibetano chiquito de cuerpo pero grande de espíritu que me ha enseñado mucho sobre la vida, el ego y la conciencia en cada uno de los retiros, prácticas y enseñanzas que ha impartido junto con los instructores de Ligmincha Internacional. Después de tanto peregrinar, doy gracias al universo por haber encontrado un camino espiritual y un maestro que le hablan con coherencia a mi razón y a mi corazón.


Hace un año decidí compartir mis experiencias y reflexiones en redes sociales para ilustrar la cantidad de caminos viables y fértiles que existen para llegar a nuestro centro y bienestar en medio de múltiples crisis que se entrecruzan actualmente a nivel colectivo e individual. Decidí salir del clóset de la vergüenza para dejar un granito de esperanza en las mentes de quienes sufren como yo he sufrido en esta pandemia y a lo largo de la vida. Mis caminos me han sostenido y me siguen sosteniendo en los momentos más dolorosos y retadores que he vivido. Por lo mismo te insisto que no vale la pena desperdiciar una vida en distracciones pasajeras y heridas ignoradas habiendo tantas opciones para despertar a una realidad interna más cálida y fértil. No sigas sufriendo en vano. Anímate a pararte del sofá, incomodarte y buscar eso que te ayuda a ser más consciente y libre. Nadie podrá hacerlo por ti y nadie podrá disfrutarlo por ti. Una vida con propósito y herramientas es mucho más placentera que una vida sin norte, aún cuando el dolor y la incomodidad se asomen por tu ventana. Así es que una vez más te recuerdo el propósito que guía todos los contenidos que desarrollamos en Bhumi desde hace un año y que me anima a escribir este artículo/podcast: con el deseo de que encuentres tus propios caminos comparto contigo los míos.

No todos los caminos que nos llaman tienen que ser filosóficos, espirituales o religiosos… empieza por donde te sientas cómodo. Si prefieres comenzar trayendo conciencia a tu alimentación o quizás a tu bienestar físico ¡genial! Pero empieza pronto, la vida te espera.

Si alguno de estos caminos que compartí en este artículo llamó tu atención, te dejo algunos links de interés para que sigas indagando.


YOGA

https://fundacionauromira.org/


TERAPIA GESTALT

https://www.cgsi.com.ar/


BUDISMO BÖN

MUSICOTERAPIA

https://programaadim.com.ar/


TRE


ENEAGRAMA



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